Castañal de Valberín. Alles, Penamellera Alta
Asturias
Localización
Historia, leyenda y curiosidades
La magia, los cuentos, los seres mitológicos que trae y lleva el viento, el Busgosu, el Trasgu, la Xana… la vida, todo nace en los bosques donde reposan, sabios, estos castaños centenarios. Si pudieran hablar nos contarían historias de niños y niñas que hace más de trescientos años soñaban con poder volar, nos narrarían cómo la melancolía de los románticos flotaba entre sus ramas durante las madrugadas en las que la niebla hacía acopio de fuerza, recordarían con gusto las decenas de manos y pies que han ascendido por sus troncos rugosos y echarían en falta esos momentos en los que los seres humanos aun les considerábamos sagrados, parte indispensable de ritos paganos. Castaños, pequeños ecosistemas llenos de infinitas vidas, nadie sabe cómo llegaron o si ya estaban aquí, pero la realidad es que forman parte de nuestra historia y de nuestra cultura. La recogida de su fruto, la castaña, rememora tiempos pasados, cuando nuestros ancestros celtas celebraban el fin del verano y la llegada del invierno, Samahain, el primero de noviembre, fiesta en la que los árboles eran tan protagonistas como las personas. Se comían castañas, se bebía licor de miel y se ofrecía este y otros frutos a los espíritus durante la noche para mantenerlos contentos haciéndoles formar parte, al menos una vez al año, del mundo de los vivos que habían dejado. Así se preparaban para el largo invierno y así, gracias a la castaña, sobrevivieron muchos pueblos cuando los cereales no estaban a su alcance. Cocidas, fritas, con leche, miel o crudas, las castañas supusieron y suponen un súper alimento con alto poder energético, “pan de árbol”, llamaban en Italia al pan hecho con harina de castaña, pan que aquí, en Asturias, sacó del hambre a muchas familias en épocas de escasez. El “ganao” se alimentaba también con castañas y dormía sobre un lecho de hojas de castaño, el “mulliu”. Una muestra de la importancia que el fruto del castaño tuvo para los habitantes de este valle son la cuerrias, estructuras circulares de piedra donde se almacenaban las castañas con el erizo para dejarlas secar, de esa forma se conservaban durante más tiempo. Aquí en las Peñamelleras las llaman “cuerres”y es fácil encontrarlas en mejor o peor estado cerca de los castaños, recordatorio de la generosidad de este árbol que tantas y tantas veces ofreció su cuerpo leñoso a la boca de las cocinas para calentar estas casas de piedra amigas del frío. Cuántas historias se contarían al abrigo del calor de una cocina de leña, cuántos manjares se cocinaron y cocinan en sus chapas, como los tortos asados sobre las hojas de este preciado árbol.
Los hórreos y las paneras símbolo de la arquitectura rural asturiana desde el S.IX se fabricaron, en su mayoría, con madera de castaño, en aquellos momentos en los que el hierro era escaso y caro se tiraba de aquellos materiales que se tenían a mano y cuyo coste era cero. Cuando en el S.XVI se talaron bosques centenarios en toda España para la construcción de La Armada Invencible, en algunas zonas de nuestra región, debido a su inaccesibilidad, se mantuvieron intactos árboles, como estos castaños de Alles, algunos de los cuales ahora cuentan en sus cortezas con más de seiscientos años, cortezas que las curanderas o las “bruxas” utilizaban para sanar enfermedades del vientre, como la disentería o la gastritis. Esa medicina de antes, la de las aldeas, contaba entre sus recetas con la de infusión de hojas secas de castaño para tratar la tos, la bronquitis o el asma.
El castaño sin quererlo se introdujo en nuestra historia y sin saberlo está presente casi en cada rincón de la misma, desde hace más de mil quinientos años. Seguramente estos antiquísimos árboles se alimentan de la misma tierra de la que se alimentaron otros castaños anteriores a ellos y respiran el mismo aire que respiraran aquellos, es tierra de castaños, bosques y arboledas que generación tras generación conviven con el ser humano, en una simbiosis en la que, por desgracia, no siempre salen beneficiados.
Importancia del árbol y motivo de la presentación al concurso
Aquí en Peñamellera Alta, en estos valles y estos montes de Asturias tan ligados a la sierra del Cuera se encuentran unos bosques fantásticos que muestran una variedad de arboles extraordinaria, destacando el elevado número de castaños centenarios. La extensa arboleda de Valberín cuenta en su interior con numerosos ejemplares que sobrepasan los 500 años por lo que consideramos muy importante poner en valor su existencia y supervivencia, así como su protección. No fuimos capaces de elegir uno porque todos son fabulosos y a su manera tiene algo de especial, algunos de tronco hueco y otros de ramas retorcidas, abrazadas entre si. Unos altos, vestidos de musgo de terciopelo y otros anchos, con decenas de agujeros por los que descubrir tesoros de vida. Los hay desvergonzados que muestran sus raíces sin pudor al caminante. Todos suponen un símbolo de la lucha por sobrevivir en estas tierras, son un elemento indispensable de nuestro entorno natural y cuando cerramos los ojos para imaginar los bosques de Peñamellera no se conciben sin la presencia del castaño. Son un patrimonio natural que estamos obligados a mantener, por su importancia social y medioambiental. No queremos que desaparezcan. Por desgracia algunos están enfermos, se van muriendo debido al ataque de un parásito que los devora hasta dejarlos secos. Consideramos muy beneficioso concienciar y sensibilizar a la población acerca de la importancia de la coexistencia, de manera sostenible, entre personas y árboles, sobre todo cuando nos referimos a especies tan longevas. Una senda de “Los Centenarios” sería una maravillosa manera de proteger esta arboleda ofreciendo información y actividades en torno al respeto por el medio ambiente y en concreto por estos magníficos árboles. Puede que en un futuro un investigador o investigadora encuentre la cura para el mal de estos ancianos del bosque, puede que esa persona viniera en algún momento a visitar esta senda y decidiera ser su salvación. No encontramos mejor manera de comenzar que intentando ser elegidos “Arboleda del año”.